Llama la atención que cada vez que se habla de aborto públicamente la advertencia de “no promoverlo” aparece de inmediato. Como una suerte de invocación a las buenas maneras, se hace la advertencia que pretende mantener el debate en un punto medio ficticio. Hace poco lo escuchamos del candidato a la presidencia Alejandro Toledo en una entrevista de Prensa Libre: “nunca dije que yo estaba promoviendo una ley pro aborto”, cuando había manifestado anteriormente que el aborto es un asunto que debe ser dejado a la libertad de las personas sin intromisión de la iglesia. Es cierto, nunca habló de promover, pero tuvo que enfatizarlo, recalcarlo, sentenciarlo, advertirlo… ¿por qué?

¿Qué hay detrás de esta relación confusa entre abortar y promover?

Está claro que la despenalización, incluso la legalización, no promueve el aborto, simplemente permitiría a las mujeres que de acuerdo a sus creencias y convicciones personales tomen la decisión de interrumpir su embarazo de manera segura. Despenalizar y legalizar se trata de poner a disposición de las mujeres un servicio, la materialización de un derecho básico: el de no llevar un embarazo no deseado al término. Es claro, sin embargo el pánico de la promoción del aborto se mantiene.

Y es que detrás de la advertencia de “no promover el aborto”, está el pánico social a la autonomía de las mujeres, es decir la dificultad de concebirlas como sujetas de decisión. “Promover” implica entender a  las mujeres como sujetas que necesitan ser tuteladas. Sólo con la premisa de tener que decirles a las mujeres qué hacer o no hacer, qué decidir y no decidir, la advertencia de no promover el aborto tendría algo de coherencia. Sino ¿cómo explicamos que se pueda “promover el aborto” si hay más de 370 mil mujeres que abortan año a año en clandestinidad?  Es decir, ¿cómo se puede promover el aborto si las mujeres ya abortan, si se trata de una realidad?

Hay demasiado pánico, y el pánico evita que se hablen las cosas de manera clara, directa y sin rodeos. Abortar no constituye una excepción en las vidas de las mujeres, y razones para ello hay demasiadas (desde la falla del anticonceptivo hasta salir embarazada producto de una relación forzada). Hasta que no entendamos al aborto como una práctica común que exige condiciones seguras y a las mujeres como sujetas con autonomía, pánicos absurdos seguirán obstruyendo un real y lúcido entendimiento de la realidad del aborto.